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  • creatividad88

La lengua recuperada de Filomela

El hecho de que a la pobre Filomela le cortaran la lengua, tal y como nos cuenta Mary Beard en Mujeres y poder, he de reconocer que me sumió en una profunda sensación de injusticia. Soy mujer y nunca me ha gustado que no me dejen decir lo que pienso, de hecho casi me atrevería a afirmar que siempre he podido decir libremente mis pensamientos (además procurando no ofender a nadie, aunque últimamente se lleve mucho eso de atacar a la yugular con la excusa de la libre expresión). Pero a lo que iba, si bien es cierto que he nacido en mejores tiempos que Filomela, alguna vez, por opinar, he sentido una ligera mirada de desprecio debido a mi condición de mujer, claro que tarugos hay en todas las épocas.

Mujeres y poder no es un libro que deje indiferente, sobre todo por la reflexión que te causa. Confieso que de la historia de Filomela he escrito hasta un poemario, porque te llega a las entrañas, te abre los ojos y te vuelve reivindicativa.

Es curioso que en estos días haya llegado a mis manos otro libro genial de otra mujer: El infinito en un junco de Irene Vallejo. En él aparece también la historia de las mujeres silenciadas, como la de Penélope, no en vano menciona varias veces a su colega Beard a lo largo del libro. Con un manejo extraordinario del lenguaje literario te adentra en el mundo clásico, en las antiguas bibliotecas, en los libros y en las historias de tantas mujeres que sufrieron la injusticia de ser silenciadas, como Hipatia o la propia autora cuando era niña. De nuevo esa sensación desgarradora te invade, como si, en cierta manera, fuese a ti también a la que hubieran mutilado.

Pero siempre he considerado que si solo se cuentan las vivencias malas, el propio mal invade el mundo. No digo que no conozcamos las injusticias (hay que conocerlas para acabar con ellas), sin embargo, de alguna forma debemos compensar contando también las victorias de esa parte del mundo que genera lo contrario: justicia, bondad, en definitiva, un mundo mejor.

Por eso hoy quiero contar o citar brevemente la historia de algunas mujeres que no se callaron y que consiguieron revolucionar su mundo, la parte que les tocaba.

Rosa Parks, aquella señora afroamericana, que tras una jornada intensa de trabajo, necesitó sentarse en el autobús para descansar, su osadía fue la de hacerlo en un lugar asignado para blancos. Ese día, Rosa Parks no pudo más y se cosió la lengua de Filomela para gritar : ¡Basta! Le costó el calabozo, pero gracias a su gesto comenzaron los movimientos que querían acabar con la segregación racial, Martín Luther King continuó lo que una mujer había empezado. No fue hasta 1960 cuando el Tribunal Supremo de Estados Unidos declaró inconstitucional la ley que regulaba la segregación racial en los transportes públicos. ¡1960!

Pero no fue la única. Enheduanna fue la primera escritora conocida de la Historia, esta poeta supuso la revolución de la autoría, antes de ella lo desconocido. Conocemos algunos de sus himnos, su gobierno y algunas de sus circunstancias personales. Estamos hablando de hace 4500 años, es un pasado bastante lejano, lo que nos hace pensar que quizás el papel de la mujer en esa época fuera diferente al que imaginamos.

Es curioso que Helen Keller, una mujer sordociega, fuese oradora, escritora y activista política, si la enfermedad que le provocó la pérdida total de la visión y de la audición con tan solo 19 meses no la silenció, estamos hablando de otra mujer extraordinaria a la que no pudieron cortar la lengua. Fue un icono de la defensa de los derechos de las personas con discapacidades y no es para menos. Y ¿quién logró enseñarle el mágico mundo del deletreo táctil? otra mujer: Anne Sullivan, también con discapacidad visual, con su paciencia infinita le brindó la oportunidad a Helen de poder comunicarse. ¡Y vaya si lo hizo!

Una columna sexista hizo que Elizabeth Jane Cochran redactara indignada una carta al editor del periódico. Quedaron tan maravillados con su forma de escribir que la contrataron. Llegó a trabajar para Joseph Pulitzer y su primer trabajo consistió en realizar un reportaje sobre las instituciones psiquiátricas para mujeres. Nellie Bly (como se la conocía) ni corta ni perezosa se internó en secreto en el asilo durante diez días. El reportaje que publicó (Diez días en un manicomio) denunciando los abusos que se producían en aquel terrible lugar obligó a mejorar las condiciones de los enfermos mentales. Probablemente con ella nació el periodismo de investigación a finales del s.XIX.

Si es cierto lo que se cuenta de Sulpicia la Mayor, tenemos de nuevo a otra mujer atrevida que rompió con el silencio impuesto hacia las féminas. La Lex Iulia prohibía a las mujeres solteras de alta condición social mantener relaciones sexuales con un hombre si no era su esposo. Si lo que cuenta la poeta es cierto, no solo no cumplió la ley, sino que se atrevió a poner su nombre en estos escritos tan pasionales hacia Cerinthus, su amado (quien parece ser que fuera el Cornuto del que hablaba Tibulo, hombre infeliz en su matrimonio). De esta manera no se jugó la lengua sino el cuello, pues era delito suficiente como para morir.

Hortensia fue la primera oradora conocida en el mundo romano, hija de un orador, Quinto Hortensio Hórtalo, debió recibir una formación esmerada. Pero esto era normal en mujeres de alta alcurnia, lo que la hizo destacar fue que se convirtió en la portavoz de las demandas de las matronas romanas. Argumentó de manera astuta la forma en que las mujeres no pagaran impuestos ya que no poseían ningún tipo de derecho político. Su discurso fue recogido hasta por Don Álvaro de Luna en su Libro de las virtuosas é claras mujeres.

Podría seguir contando narraciones de mujeres extraordinarias, invito a añadir más líneas para evitar el silencio impuesto, que nuestro tapiz saque a la luz la verdad tejida de la historia, poco a poco colgaremos tantas urdimbres que se hará justicia. El silencio solo debe ser música para la reflexión, esa pausa necesaria para continuar la partitura.


La tristeza abrumadora ahora exige mi canción:

desde la muerte brotó el dolor abrumador.

¿Qué lágrimas fluyen? ¿Qué corazones de pena soportan?

[…]

El hermano llora, las desafortunadas hermanas se unen.

Philis Wheatley, fragmento de A una señora y sus niños.

(Madre de la literatura afroamericana)


Beatriz Cerón Morales.















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